Aquello que ocurre luego es el cambio?
“Si la
arquitectura se ocupa de contener la vida, por qué no hablar de la vida para
representar la arquitectura?”
R. F. Redbuick. The Clouds Reader.
Existe la posibilidad de circunscribir la escritura de una historia de la
arquitectura cercando su núcleo constructivo en la estrecha vinculación que le
han entregado los ciclos económicos para el desarrollo de sus posibilidades. Momentos
relevantes de la historia moderna como la revolución industrial o las guerras
mundiales pueden ser, y de hecho han sido, mojones argumentales para la
narrativa de las rupturas e innovaciones arquitectónicas surgidas de aquello
que la economía trata con la familiaridad de los latidos del corazón como es el
concepto de crisis.
En su despliegue temporal, al concepto de crisis le sigue un complemento
que formula el par, que opera como contrafigura y que se expresa en la idea del
cambio. En el momento que una crisis se manifiesta se desata entonces la
necesidad del cambio, operando en la secuencia lógica de la solución como
respuesta de un problema. Y en esa modulación secuencial considerada entre
ambos como la prosecución de opuestos, no hay otra cosa que una continuidad de
lo mismo: el tiempo. Crisis y cambio contienen un mismo componente respecto a
su condición de artificios e invenciones a las que sólo la asignación de un
tiempo específico las delimita y las une. La tarea de comprensión del tiempo en
la franja cognoscitiva que establecen estos períodos de supuesta alternancia
conduce a suscribir la idea de que la política sea básicamente una disciplina
estética en tanto que provee de forma a las vicisitudes que producen los
procesos y vaivenes económicos financieros nacionales e internacionales. La
política desarrolla y despliega mecanismos de visibilidad de los cambios que
suceden a las crisis. Y formula para ellas un régimen de figuras descriptivas
que aspiran a ser instaladas en el relato histórico.
La dinámica crisis-cambio ha mantenido un sentido ambivalente para la arquitectura.
La arquitectura es sumamente sensible a las crisis sociales y económicas en su
reflejo con la esfera política, pero reacciona dentro de los formatos sucedáneos
a las crisis del arte, vestida con los ropajes teóricos de las carátulas del
pensamiento filosófico.
En esa estructura de reacción a los estímulos críticos se ha pasado de la genérica
escena post-moderna a la particular secta deconstructiva y de la optimista
mirada paramétrica al para-optimista olfato verde. Pero dentro de aquella
lectura cernida por las apariencias es muy probable que los cambios no sean más
que formalizaciones de la política arquitectónica antes conocida como crítica disciplinar,
y hoy estructurada más honestamente por los fenómenos de edición; tal vez la
herencia de mayor persistencia que haya recibido el conocimiento de la
arquitectura en el siglo XX.
Cada vez cobra más evidencia la dificultad de romper el cerco que delimitó
Philip Johnson en tal sentido. En particular porque al parecer no habría
necesidad de hacerlo. La formación de toda una cultura de la taxonomía arquitectónica,
traducida en la construcción de campos de edición de las semejanzas, no ha
dejado de tomar presencia desde la base conformada por el conocimiento enciclopédico
de acumulación de corte darwiniano hasta la cúspide cincelada por la dialéctica
negativa del autoanálisis de los más hábiles productores de mutaciones[1].
La denostada imagen del patriarca como símbolo, se ha derramado hasta en expresiones
tan disímiles y externas a la disciplina como la investigación del artista
canadiense Terence Gower con su videoinstalación Public Spirit/ Wilderness Utopia[2], o la demonización
del personaje en la novela Delirium de
Douglas Cooper[3]. Sin embargo, la paradoja
actual reside en la tensión aparente que produce por un lado este rechazo del
modelo Johnson como gran constructor de la realidad del consumo de la
arquitectura contemporánea y la inevitabilidad de su existencia como
procedimiento de validación, principalmente porque lo que se puso en marcha con
él ha sido la industria editorial de la arquitectura tal como la conocemos
hasta el presente en su dinámica de retroalimentación con las universidades,
centros de estudios y unidades académicas. La legitimación de una preeminencia de
las cuestiones de la metodología formal constituyeron una escena recurrente en
los que los campos de la crítica después de los intentos ya lejanos de personajes
como Manfredo Tafuri[4]
por desarmar la aparente unidad del objeto de análisis fueron despojados de sus
intenciones más provocadoras y externas a la tarea del autor. Por el contrario,
la construcción de entornos de edición confortables han encontrado a cada una
de las expresiones en situaciones propicias de acuerdo a una mecánica de
consumo de la imagen -de peculiar semejanza con los ámbitos de la moda[5].
Es así, que en el elogio a la captura de escenas volátiles, efímeras y
fungibles se vuelve precisa la mirada benevolente de R. Redbuick en su artículo
The Clouds Reader y el punto de partida metafórico acerca del rol de
Johnson:
“Existió un hombre que
desde muy joven comprendió que debía hacer algo con su habilidad natural para
reconocer formas en las nubes. El podía identificar las figuras conformadas y
asignarles un sentido. La naturaleza determinaba que los vientos modelaban las
figuras y que necesitaban ser registradas muy velozmente para ser capturadas.
Entendió también que el nombre de las formaciones era tan importante como la
figura congelada en una imagen. Esa situación lo obligó a comprender el
contenido teológico del acto denominativo e inmediatamente asumió como propio
el valor que su tarea representaba para los otros. La tarea de registro y
denominación lo llevó a considerar que en verdad lo valioso era la construcción
de colecciones. Su influencia en la definición de semejanzas fue la llave de su
incipiente capital. Y eso lo ubicó en un lugar de privilegio.”[6]
Si el ensayo-fábula de Redbuick condensa con tolerancia lo inevitable, la
escena final del film El día de la Bestia
de Alex de la Iglesia ensaya el rigor de lo predestinado. Las gemelas e
inclinadas a 15 grados[7]
Torres Kio en Madrid conocidas también como Puerta de Europa -aun en
construcción en la ya mítica escena-, son el lugar elegido por el maligno para
el alumbramiento del anticristo. Poderosa y anticipatoria, la obra de Johnson
& Burgee opera como una imagen que revive ya en el siglo XXI la asociación
demoníaca con la figura de las torres gemelas inclinándose y presagiando a la Puerta
de Europa como un ámbito ideal para decretar del otro lado del Atlántico el anuncio
del final de la burbuja inmobiliaria –como una condensación de los sueños de
una primera y segunda crisis mundial-. Este señalamiento no tiene por objeto
terminar de circunscribir mágicamente el rol mefistofélico de Johnson, sino de argumentar,
desde un solo hecho arquitectónico, su estado alegórico a la luz de que su
cruce hacia España formó parte anunciada del despilfarro con el que durante
años se mantuvo una idea de desarrollo sin fin.
El interés manifestado en este texto por la lectura del devenir
arquitectónico desde los ciclos económicos tiene por cometido introducir
marcadamente a la última sacudida global debida a la explosión de la crisis de
las hipotecas subprime, precisamente
porque nunca una crisis de efecto mundial estuvo más estrechamente vinculada a
la industria de la construcción y por consecuencia al quehacer arquitectónico.
La oportunidad de ingresar a un nivel de reflexión sobre la posibilidad de
alguna diferencia en la consecución a esta crisis no hace otra cosa que
remontar la situación al plano de la historia si es que en ella aun queda
alguna posibilidad de cobijo.
La lógica
crisis-cambio sostenida por Buden[8] en la relación de una secuencia de
sustitución de lo nuevo por lo viejo, puede ser desmentida. Si de algo se pudo aprender en los últimos tiempos es que precisamente la
declaración política de las crisis, en su razón de ser, no persiguen el cambio
estructural, sino todo lo contrario. El caso más palpable es la maquinaria
estadounidense de construcción de escenarios beligerantes. Nos hemos
acostumbrado a ese tipo de escritura histórica del presente a partir de la
construcción de escenarios de guerra como paradigma del estado conservador de
las políticas.
Si para la política la ecuación estratégica determina como resultado la
producción de crisis sin cambios o construcción de la apariencia de lo nuevo, podrá
confirmarse que por el contrario, siguiendo la tradición de prevalencia de ciertos
cuerpos narrativos que imponen patrones de conducta, el modelo instaurado por
Johnson para la arquitectura es aquel de la reproducción de la inventiva del
cambio sin crisis, estimulado por las fluctuaciones del consumo.
No obstante, ocurrió que lo que pudo haber sido un discurso más de la
cadena de sucesión de modelos operativos de la arquitectura encontró la
oportunidad precisa de consolidación ante un escenario negativo que le ha abierto
las puertas. Nos toca presenciar la caída del sistema financiero internacional
en el mismo momento en que la sostenibilidad como discurso para la arquitectura
emprende su más vigorosa arremetida. A la espera de algún resultado o desenlace
del proceso de crisis, la intuición de que la austeridad global nos llevará a
ser más conservadores no pareciera ser muy aventurada, aunque el solo hecho de
pensarlo invita a resistirse al establecimiento de esa falsa vinculación entre
recursos y modalidades de actuación.
Los ámbitos de discusión sobre el tema comienzan a multiplicarse ensayando
el beneficio de un cambio profundo basado en la conceptualización de un bio-funcionalismo
asimilado a la tecnocracia de los standards de medición y calificación de la
arquitectura sustentable; una cruza entre validación arquitectónica y
convalidación social. Pareciera que lo que hasta hace poco resultó efectivo y
funcional al sistema de estelarización de oficinas de arquitectura y de piezas
singulares comienza a cubrirse de observaciones críticas, suponiendo ésta la
ocasión para el inicio de una nueva época de moderación en la aparente objetividad
que trae la era de la sustitución –al decir de Kwinter-[9]
del paradigma tectónico por el termodinámico[10],
y la consecuente llamada al patrón científico como notario solucionador de los
conflictos de aceptación estética presentados -al decir de Redbuick- “como
nubes efímeras de un cielo editorializado”[11].
Esta situación había sido señalada por Iñaki Ábalos. En un comienzo[12]
esgrimiendo una opinión distante y a la vez combativa hacia el auge del
concepto de lo sostenible y, tiempo después, con mayor voluntad en la búsqueda
de una postura inclusiva de lo arquitectónico hacia el sentido más básico de necesidad
de equilibrio entre progreso y biodiversidad con el que nadie en principio
podría estar en desacuerdo. Para ello habrá de advertir que “sólo si hay una
discusión estética, si hay una idea de belleza tras la idea de sostenibilidad,
esta habrá llegado hasta aquí para quedarse”[13].
Pero si hemos sido testigos de la volatilidad de los términos en los que se fue
fundando el concepto de belleza para la arquitectura, habrá que precisamente
profundizar sobre ellos para poder actuar dentro de una justa discusión en
términos del interés de un análisis acerca del sentido de las crisis. Llegados
a este punto no parece ser suficiente el sólo hecho de aceptar los postulados de
una nueva idea de belleza.
“El tratar a las obras de arte en términos puramente estéticos fue pensado,
especialmente por los modernistas, para despojarlas de su arraigo en las formas
de vida y tratarlas como su propio sujeto. Lo que no se reconoció fue que las
obras de arte así producidas se desarrollaron dentro de formas de vida en las
que algo como la belleza artística tenía un papel que desempeñar.”[14]
Es en el punto en el que las formas de vida atraviesan a la producción
arquitectónica en donde la cita de Danto cobra sentido para iniciar un camino
de observación que pueda saltar sobre el cerco del coleccionismo tendido como
barrera genérica de convalidación y aceptar la dimensión política que ofrece.
La
declinación de la arquitectura reciente a incorporarse en la misma zona de
discusión acerca de la relación con lo político que tiene el arte en general[15]
no la exime de la vinculación con su contenido artístico, ni de su naturaleza
política.
Se pide entonces escribir la historia del presente[16]
ante la propia imposibilidad metodológica, se ansía un pensamiento crítico
dentro del mismo espacio de los acontecimientos, y a la vez se concede la
continuidad del modelo recopilatorio establecido sin involucrar ninguna lectura
social que repercuta hacia lo político. Tal parece que es una empresa imposible
en estas condiciones.
Acostumbrados a esperar lo que sigue, ante la pregunta sobre qué es lo post de todo esto, podemos intuir que la
esperanza en la crítica y en su aparición es en vano.
“En
tiempos de la modernidad clásica, la crisis siempre se experimentaba como una
posibilidad concreta de ruptura y la crítica como la ruptura en sí misma. Hoy,
obviamente, ya no somos capaces de realizar esta experiencia. Ya no hay ningún
tipo de experiencia de interacción entre crisis y crítica”[17].
¿Cuáles son las razones temporales para consentir con la idea del cambio? ¿Habrá
llegado el momento de decretar el estado de vida como crítico y a la crisis
como estado de vida, como un continuum?
Ante la pesada dificultad de que cualquier nueva
construcción colectiva resuene como otro catálogo recopilatorio o un recurrente
modo operativo de mostrar la reproducción de lo individual, aparece en el
escenario la posibilidad de avanzar en una tarea que tienda a establecer campos
de afinidad cualitativa entre quienes sencillamente no han tenido mayor
alternativa que experimentar estéticamente a la crisis como estado vital
inevitable para acceder al hecho arquitectónico, y eso no necesariamente
responde a una cuestión de cercanía geográfica ni de referencialidad geopolítica,
aunque pueda reportar un primer campo de aproximación en esos términos. Es una
respuesta política[18].
No responde a la idea del cambio necesario como respuesta a la crisis, responde
al desafío de la continuidad a pesar de ella, porque ese es su escenario.
Gustavo Diéguez
Publicado en Post post post. Nueva
Arquitectura Iberoamericana. Catálogo de la muestra itinerante. AAVV. Plot y
CCEBA. Buenos Aires, Argentina. Agosto 2010. pp. 28-35
[1] OMA se
desdobla con habilidad en AMO, su reflejo e imagen invertida. Mutación de
oficina que desdobla a think thank en
la autoconciencia de la esquizofrénica relación entre ciudad y arquitectura,
entre arte y política, entre la crítica y su clausura.
[2] Wilderness Utopía es el
relato acerca del proyecto de ciudad utópica de la cultura, proyectado en
tiempos de la guerra fría por Philip Johnson para Joseph Hirshhorn -el rey del
uranio-, para alojar a sus mineros canadienses y a su galería y colección de
arte moderno.
[3] En Delirium (1998), Ariel Price, el
arquitecto más influyente de su tiempo, se dispone asesinar a su biógrafo Theseuss Crouch, un hombre que parece amenazar la reputación herida del
célebre arquitecto. La sombra oscura de P. Johnson ronda la novela de Cooper
que no solo se ha dedicado a la literatura, sino que colaboró
en múltiples proyectos con Diller + Scofidio y se asoció
a
Peter Eisenman para una gran instalación en la Trienal de Arquitectura en
Milan basada en la presente novela.
[4] Liernur
intentar reingresar a Tafuri al centro de una escena crítica como referente de
un terreno perdido en una actualidad del estado público de la arquitectura
signada por los vaivenes de la crítica periodística. Liernur,
Jorge F. Vigencia de Tafuri. Consideraciones sobre la crítica contemporánea de
arquitectura en América Latina. Revista de
arquitectura Nº8. Universidad de Navarra. Junio de 2006.
[5] Sintomáticamente
las grandes marcas de la moda se comienzan a vincular con las grandes oficinas
de la arquitectura en una operación retroalimentación del marketing. OMA para
Prada, Zaha Hadid para Chanel. “Si el rango que se asocia a esta categoría de
edificios se aplica a la reciente declaración, post crisis financiera mundial,
de Zaha Hadid que los relaciona con la esfera de los objetos de lujo
innecesario como son los mismos bolsos Chanel, sin duda no se está haciendo
otra cosa que asimilar la moda y el consumo de la manera con que el arte se
despliega por la sociedad contemporánea como mercancía pero bajo la idea de que
lo suntuario del arte es constitutivo de su mutua vinculación con el hecho
arquitectónico. Si eso fue posible no ha sido por otra razón que porque los
nuevos modos de producción artística no han atentado lo suficiente contra el
cobijo que las instituciones desde su matriz arquitectónica les han ofrecido”.
Gustavo Diéguez y Lucas Gilardi (a77). El
museo en el imaginario de la arquitectura.
[6] Redbuick, Robert F., The Clouds
Reader. NOMarch.
Documents of Architecture. Nº2. Washington. Jan. 2010.
[7]“El
arquitecto Philip Johnson es partidario de prohibir el ángulo recto”. Madrid,
Diario El país, 7 de mayo de 1996.
[8]“Decir que algo ha entrado
en crisis significaba sobre todo decir que se había hecho viejo, es decir, que
había perdido su derecho a existir y que por lo tanto debía ser reemplazado por
algo nuevo. La crítica no es sino el acto de establecer este juicio que ayuda a
que lo viejo muera con rapidez y lo nuevo nazca con facilidad.”
Buden,
Boris. Critica sin
crisis, crisis sin critica. En A.A.V.V. Producción cultural y prácticas
instituyentes. Líneas de ruptura en la crítica institucional. Traficantes de
sueños. Madrid. 2008.
[9] Kwinter,
Sanford. Architectures
of Time: Toward a Theory of the Event in Modernist Culture.
MIT
Press, 2002
[10] “Este no es el último edificio de la era de la burbuja,
es el primero de una nueva era más verde, más sustentable y más conciente del
cuidado de sus recursos” Enric Ruiz Geli, definió así en una reciente
entrevista, que tuve oportunidad de realizarle, el Media-TIC, primer edificio
en el que su concepto de performing
architecture se pone en juego a
partir de la resolución de una fachada desarrollada con piezas alveolares
contenedoras de nitrógeno (ETFE).
“El
media-TIC es esta nueva arquitectura verde, que tiene a la energía como
principal guión argumental. “
[11] Redbuick, Robert F., op. cit.
[12] Abalos, Iñaki. Bartleby, el arquitecto. El País, edición del 10 de
marzo de 2007.
[13] Abalos, Iñaki. La
Belleza Termodinámica. Circo. 157. Septiembre de 2009.
[14] Danto, Arthur. Después del fin del arte. El arte
contemporáneo y el linde de la historia. Modalidades de la historia:
posibilidad y comedia. Paidos. Buenos Aires.2003.
[15] Aún hoy es una pieza de análisis el debate realizado en
el MALBA (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires) en mayo de 2003, denominado
Rosa Light/ Rosa Luxemburgo que
condensó el debate iniciado años atrás en torno a la relación entre arte y
política y sus modos de representación en la historia cultural argentina.
[16] “Una afirmación
falsa, una afirmación verdadera y una afirmación inventada, no presentan, desde
el punto de vista formal, diferencia alguna.” Carlo Guinzburg. El hilo y las
huellas. Lo verdadero, lo falso, lo ficticio. Il filo e le tracce. Vero, falso, finto (Feltrinelli, 2006). El efecto de verdad de la historia -el effet du réel referido por Roland Barthes en El discurso de
la Historia-, o su relativización en lo que Carlo Ginzburg sostiene al
equiparar de modo abierto a lo verdadero, lo falso y lo ficticio, erigen a los
relatos a ser escritos sobre una dialéctica de la historia destinada al
artificio y modelada como inventiva en la partitura establecida por la
administración formal del tiempo. La historia como invención o como
comedia –según Danto- y la crítica como drama son también agentes de una experiencia
estética. Como un estado vital y una tentación explicable se
consolida la necesidad de la escritura de una historia que devenga en operativa
para su tiempo o que exprese cabalmente el signo de sus tiempos describiendo su
producción con otras herramientas de análisis, mientras que a la vez se pueda asumir
que toda categorización histórica se somete a la caducidad.
[17] Buden, Boris. Op.cit.
[18] Virno, Paolo. Gramática de la
multitud. Para un análisis de las formas de vida contemporáneas. Más allá del par miedo/angustia. Traficantes de
Sueños. Madrid. 2003. La multitud contemporánea no está
compuesta ni por «ciudadanos» ni por «productores». Ocupa una región intermedia
entre lo «individual» y lo «colectivo». Para ella no vale de ningún modo la
distinción entre «público» y «privado. Y es justamente a causa de la disolución
de estas duplas.
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